La arquitectura manierista rechaza el equilibrio y la armonía de la arquitectura clásica, concentrándose en el contraste entre norma y transgresión, naturaleza y artificio, signo y subsigno. Conoce más…
La Arquitectura Manierista Italiana.
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La arquitectura manierista es aquella fase de la arquitectura europea que se desarrolló entre 1530 y 1610, entre el final de la arquitectura renacentista y el comienzo de la barroca.
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Manierismo significa “a su manera” o “a la manera del autor”, por lo que cada artista ponía su “sello personal” en cada obra.
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Se trata de una reacción anticlásica que cuestionaba la validez del ideal de belleza defendido en el Alto Renacimiento.
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El manierismo no surge como reacción al Alto Renacimiento (1480-1520), ni en oposición a él, sino como prolongación lógica de alguna de sus tendencias y realizaciones: no solo las obras de Miguel Ángel, sino también las de Rafael llevan ya elementos de disolución del arte clásico.
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El equilibrio que encontró su expresión artística en el clasicismo del Cinquecento fue desde su comienzo más bien un ideal soñado y una ficción que una sólida realidad, y el renacimiento siguió siendo hasta el final una época esencialmente dinámica, que no se tranquiliza con ninguna solución.
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Desde el punto de vista arquitectónico, los proyectistas trascendieron las reglas vitruvianas que inspiraron a los hombres del renacimiento, al punto tal de convertir a este nuevo movimiento arquitectónico llamado manierismo (a la manera del autor) en la antítesis de su antecesor.
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Se rompe la armonía única del edificio y se busca la complejidad.
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Las formas son usadas para demostrar la duda, el conflicto y la tragedia por la que pasaba la humanidad en ese entonces, a causa de la caída de sus antiguas creencias y valores. Es por ello que la armonía y el orden son reemplazadas por la tensión, el conflicto, la incertidumbre y el desequilibrio propios de una sociedad sin orden cósmico, lo que se reflejó en su arquitectura.
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El manierismo rechazó el equilibrio y la armonía de la arquitectura clásica, concentrándose en el contraste entre norma y transgresión, naturaleza y artificio, signo y subsigno.
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La búsqueda del ideal estético y armónico del Renacimiento pleno es sustituida por la personalidad del artista.
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La adición estática de unidades perfectas que caracterizó al espacio en la época renacentista, ahora se transforma en una relación dinámica de elementos contrastantes o dicho de otra manera, una sucesión de espacios de carácter diverso, significativamente relacionados.
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Desaparición de la armonía y el orden, que son sustituidos por formas cargadas de tensión y conflicto. • Ruptura del equilibrio o no correspondencia entre soporte y elemento soportado, entre apoyo y peso.
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Apoyos frágiles con entablamentos pesados.
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La arquitectura manierista es poco amiga de las reglas clásicas e incluso de las normas constructivas, arriesgándose a apoyar sus columnas (que en la mayoría de los casos se disponen de a dos) sobre pequeños voladizos en los muros, en vez de hacerlo sobre una base sólida.
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Los edificios pierden la claridad de composición y pierden solemnidad con respecto al clasicismo pleno.
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En los edificios se multiplican los elementos arquitectónicos, aunque no cumplen una función arquitectónica.
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Uso ambiguo de las formas: un elemento arquitectónico puede tener a la vez una función de sustentación y otra de enmascaramiento o de ocultación de la estructura interior del edificio, por ejemplo líneas horizontales en la fachada que no se corresponden con otro piso superior en el interior, columnas que no sostienen nada o que sostienen un entablamento falsos, solamente representado en un muro.
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El manierismo se aficiona a lo complicado. Son recursos manieristas el cortar una línea de pilastras con la prolongación del entablamento de una ventana contenida dentro; o el hacer convivir un orden de grandes dimensiones con otro pequeño; introducir balcones y ventanas en el entablamento; etc.
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Búsqueda intencionada de efectos de discordancia entre forma y función: ventanas que no sirven para nada por ejemplo.
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Discordancia entre el espacio interior y el exterior que lo envuelve, fachadas planas en edificios de planta circular o puertas demasiado grandes para la pequeña estancia a la que dan acceso.